Por Andrea Montes, miembro del equipo de Baud.
Organizaciones. Grandes o pequeñas. Innovadoras o tradicionales. Globales o locales. Con sus balances de cuentas, sus procesos productivos, sus bienes inmuebles. Y, por encima de todo, con su mayor activo: las personas. Aunque en muchas ocasiones se presente como una entidad abstracta y lejana, la realidad empresarial es, de hecho, la realidad de todas las personas que la conforman.
La cultura corporativa ligada al producto o al servicio que una compañía comercializa es siempre una de sus mayores prioridades, cuidando su imagen externa y procurando que transmita los significados deseados. Sin embargo, es necesario que esa atención al detalle se proyecte también en el ámbito más personal e interno.
Una compañía son personas y su desarrollo depende de forma directa de la implicación de su equipo humano. Esta dedicación es el resultado no sólo de las aptitudes individuales sino también de un compromiso conjunto que suma hacia una misma dirección o, lo que es lo mismo, la construcción de una cultura corporativa que favorece el crecimiento y la conexión entre empresa y empleado a largo plazo.
La crisis actual ha evidenciado la fortaleza de una cultura corporativa sólida como herramienta clave para mantener la unión y la confianza frente a posibles incertidumbres y, al mismo tiempo, ha puesto de manifiesto la complejidad que su gestión óptima implica. En un contexto en el que hemos visto reducidos la gran mayoría de los elementos culturales que favorecen el intercambio social y la conexión humana, el reto está claro:
Cómo crear una cultura corporativa que refuerce el papel del empleado como pieza esencial en la buena marcha de la compañía.
Lejos de ser un proceso vago o etéreo, la construcción de una cultura corporativa se basa en la disciplina de crear hábitos comunes que favorecen el bienestar de las personas a la vez que impactan positivamente en el progreso del negocio.
Liderazgo reenfocado
En primer lugar, comencemos desde arriba. El liderazgo tradicional tal y como lo entendíamos hasta hace unos meses está empezando a difuminarse porque los elementos de reconocimiento del mismo se están perdiendo en el nuevo contexto de trabajo deslocalizado. Por ello, el liderazgo debe reenfocarse y guiar al empleado de la eficiencia a la resiliencia. Hoy se necesitan líderes que generen seguridad, que confíen en la autonomía de su equipo y que inspiren un propósito común a partir de su propio ejemplo.
Bienestar personal
En segundo lugar, entendamos que no hay cultura corporativa sin bienestar personal. Cada empleado debe ser escuchado y entendido en todas sus dimensiones (personal, profesional y social). Sólo entonces y gracias a este profundo conocimiento del equipo, la compañía es capaz de introducir la adaptación como un pilar en torno al cual gira la cultura corporativa. Una organización debe anticipar y responder a las necesidades de sus empleados para crear así una atmósfera de bienestar que les satisfaga y recompense en el plano emocional. Una cultura corporativa que no es estática, sino que se abre a la realidad de las personas e integra la innovación sin perder su esencia propia.
Cultura casual e inclusiva
En tercer lugar, estrechemos lazos. El teletrabajo ha impactado drásticamente en el sentido de pertenencia y en el sentimiento de comunidad de las organizaciones. Por ello, ahora se debe promover una cultura “casual” que favorezca la inclusión y el diálogo más allá de la actividad empresarial. Las conversaciones informales, compartir un café o celebrar un día señalado son momentos que no deberían perderse por estar lejos, es más, deberían propiciarse a través de la tecnología. Un equipo unido es mucho más que un equipo.
Propósito compartido
Y, por último, seleccionemos talento en sintonía. La búsqueda de nuevas incorporaciones es un proceso complejo que requiere el equilibrio perfecto entre conocimiento e intuición. Hoy las compañías necesitan personas que compartan su propósito y se esfuercen por ese objetivo común. Esto está transformando los procesos de reclutamiento. Los títulos académicos o el currículum profesional no son el primer filtro de selección, sino que, cada vez más, juega un papel crucial la identificación entre la personalidad y aspiraciones del candidato con los valores de la organización.
Hoy, cuando se ha demostrado que los empleados son la fuerza motora de las compañías incluso en los momentos más complejos. Hoy, más que nunca, se debe priorizar su bienestar a través de la construcción de una cultura corporativa que invite a sentirse involucrado, a aportar sabiendo que recibes, a conectar más que profesionales, personas.
Una compañía crece sólo cuando sus empleados también crecen así que, antes de mirar al mercado, a la competencia o al futuro, miremos hacia dentro y cuidemos lo único que no podremos reemplazar. Porque, no lo olvidemos, no hay mejor embajador de marca que un equipo orgulloso que está donde quiere estar.
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