Por Andrea Montes, miembro del equipo de Baud.
Según el Observatorio de la Responsabilidad Social Corporativa, ésta se define como “una forma de dirigir las empresas basada en la gestión de los impactos que su actividad genera sobre sus clientes, empleados, accionistas, comunidades locales, medioambiente y sobre la sociedad en general”.
La Responsabilidad Social Corporativa concibe y propone otra forma, nueva e integral, de comprender los negocios
Sin embargo, su incursión en el ámbito empresarial ha quedado relegada a un segundo plano mucho menos ambicioso y relevante. Históricamente, la Responsabilidad Social Corporativa ha sido considerada un departamento, un silo interno cuya área de actuación e impacto era más bien pequeña
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. Llegando a ser, en muchos casos, un collage de acciones puntuales orientadas a maquillar la imagen corporativa y no un compromiso honesto y transversal.
En los últimos años, estamos observando la consolidación de un consumidor más consciente, preocupado por su entorno social y medioambiental y, también, más exigente, que reclama a las marcas con las que se relaciona negocios, productos y servicios más responsables. Este desequilibrio entre demanda social y respuesta corporativa ha dado un giro de 180º en los últimos meses.
Durante esta crisis sanitaria global, el consumidor ha presenciado cómo las compañías se han involucrado de forma real en la mejora de sus vidas
Las marcas, como nunca antes, se han comprometido con el bienestar de las personas, por encima de su propio beneficio y, gracias a esto, han construido vínculos emocionales muy sólidos con sus audiencias. Hoy, la RSC ha liderado, de verdad, las políticas de la gran mayoría de las empresas aportando, en cada momento de la crisis sanitaria, el valor que la sociedad tanto necesitaba
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Por ello, nos resulta inevitable plantear la siguiente pregunta:
¿Cuál va a ser el rol de la Responsabilidad Social Corporativa en las compañías tras esta pandemia mundial? ¿Volverán a retomar las prácticas cosméticas de antes o surgirá una nueva conciencia social que impregnará todo el negocio?
La respuesta, por ahora, es una incógnita, pero, si las compañías son capaces de contestar de forma adecuada, no sólo su relación con sus audiencias mejorará, sino que su legado e impacto social serán inmensamente más positivos.
La Responsabilidad Social Corporativa hoy no es un concepto estático o predefinido, sino que se construye como un prisma de infinitas caras que deberá integrarse en las compañías y evolucionar al compás de la sociedad. Al fin y al cabo, la RSC tiene el potencial y la ambición de llegar tan lejos como cada compañía lo desee:
- El pilar esencial que defina la hoja de ruta corporativa, sus productos y sus servicios.
- Un compromiso transversal que impregne a toda la jerarquía profesional y a todos los procesos de negocio.
- El tamiz ético que guíe la toma de decisiones, desde las más pequeñas hasta las más grandes.
- Un beneficio tangible que perciban de forma directa todas las audiencias de una compañía.
- Una perspectiva más social, plural y responsable sobre cómo afrontar los negocios.
El gran poder social que atesoran las compañías ha quedado expuesto y será difícil que las personas lo olvidemos
Hemos comprendido que la Responsabilidad Social Corporativa no es un asunto lejano, sino que es un compromiso empresarial, social e individual. Porque la RSC se activa cultivando un determinado sentido de la conciencia en cada compañía, en cada empleado, en cada consumidor, en cada persona.
En definitiva, esta reflexión sobre el rol de la RSC en las compañías podría resumirse en la gran frase que el Tío Ben le dijo a Spiderman o, como en realidad sucedió, que Franklin D. Roosevelt pronunció en su último discurso a la ciudadanía: “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”.
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Imagen de Youssef Naddam.