Por Andrea Montes, miembro del equipo de Baud.
Cuando algo inesperado ocurre reaccionamos tratando de comprenderlo desde nuestro lado más racional. Buscamos datos, informes y referencias que apoyen nuestro entendimiento. Navegamos sin parar entre cifras y palabras que llenan nuestra cabeza generando en nosotros cierta sensación de conocimiento. Sin embargo, una de las consecuencias directas de la abundancia de información es la desinformación.
Es entonces cuando nuestra capacidad de pensar con objetividad y rigor comienza a bloquearse y nuestra mente se vuelve un mar de dudas cada vez más enfurecido.
Ser capaces de enfrentarnos a lo insólito con perspectivas de éxito no es un problema matemático. Es, en gran medida, una cuestión de actitud.
Cada persona, desde su pequeño mundo, puede elegir vivir mejor todo aquello que le sucede a través de tres principios que tienen el poder de transformarnos desde dentro hacia fuera.
- Emocionalidad enfocada. En vez de dejarnos arrastrar por el torrente de nuestras emociones apostamos por reflexionar con objetividad desde una actitud emocional adecuada. Parar, sentir y pensar desde la calma arroja claridad y expande nuestra visión frente a cualquier contratiempo.
- Mirada atenta. Anticipar escenarios futuros o valorar hechos pasados nos aleja de la realidad actual y nos convierte en una veleta movida por el viento. Concentrarse en el momento presente teniendo en cuenta sobre todo lo que éste nos muestra es el camino para tomar decisiones basadas en la certeza.
- Crítica resolutiva. La queja nos consume y nos inmoviliza, pero frente a cualquier situación negativa es imprescindible mantener una mirada exigente y crítica. Es esta visión la que nos permite proponer soluciones reales que nos activan, nos ilusionan y que conectan con nuestro entorno. Evitar la crispación individual sólo es posible desde la empatía y la esperanza de encontrar una solución compartida.
Estas actitudes se traducen en cambios tangibles que humanizan, relativizan y positivizan cualquier situación de conflicto.
Y, en realidad, lo mejor de estas pequeñas transformaciones es que nos acercan a nosotros mismos, nos comprometen con los demás y multiplican exponencialmente la semilla del cambio.