Por Clara López, miembro del equipo de Baud.
Cuentan que todavía puede suceder que camines distraído por una playa gallega y te topes con un patito de goma que haya flotado miles de kilómetros durante casi tres décadas hasta llegar a ti. Puede que así formes parte de la famosa historia del buque que en su viaje Hong Kong – Washington de 1992, perdió casi 29.000 patitos en medio de una monstruosa tormenta.
Y resulta que cada día y cada vez más, formas parte de una historia con muchas similitudes. La bici cuyos componentes viajan por distintos continentes para ensamblarse a varias fronteras de distancia que, con un solo clic, emprende un nuevo viaje lleno de aventuras hasta la puerta de tu casa. O las piezas de fruta del agricultor local que viajan refrigeradas en bicicleta, sorteando el tráfico de nuevo, hasta la puerta de tu casa.
Conocimiento, trabajo duro, tecnología, para llegar, desde muy lejos o desde muy cerca, hasta la puerta de tu casa. La historia real que solo unas pocas compañías logísticas están sabiendo contar.
Las primeras compañías que se están lanzando a proyectar este valor son, como habitualmente sucede en otros sectores, las más cercanas al cliente, en este caso, las que incluyen entre sus servicios la actividad de reparto que llega a la puerta de nuestras casas. Son solo un pequeño porcentaje de las compañías logísticas, pero se llevan consigo buena parte del valor percibido. No tanto por estar cerca, sino por saber aprovecharlo.
En este complejo ecosistema el valor percibido otorga poder: fuerza negociadora, aumento de márgenes, atracción de alianzas, reputación sectorial, inversión en talento, tecnología y comunicación… en definitiva, un poder que se retrolimenta y es cada vez mayor.
Las compañías logísticas más conocidas y valoradas por el cliente final suelen ser también las más poderosas. Pero cualquier compañía puede ser valorada por el cliente final, si conecta con él de forma adecuada.
Estar lejos del cliente final no significa que no pueda valorarnos. ‘Solo’ tenemos que ser capaces de transmitirle nuestra historia. Otras marcas lo han conseguido en otros sectores y con casuísticas muy diferentes como Airbus, Recaro, Intel, Ineco o Deloitte.
En logística, como en otros sectores, los más poderosos son habitualmente los más valorados. Y para ser valorados, debe conocernos el cliente final, con independencia de que estemos más o menos cerca de él. Contarle nuestra historia y utilizar los códigos adecuados para acercarnos a él nos ayudará a competir mejor, cambiando las reglas del juego.
A menudo pensamos que las compañías lejanas al cliente final deberían ser desconocidas, sin darnos cuenta de que esta creencia perpetúa un juego de poder que les perjudica. Existen formas de cambiar las reglas, acercarnos, contar las historias que merecen ser contadas. Y no hay mejor momento para intentarlo que ahora.
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